Acisclo Manzano Freire
Acisclo Manzano Freire este escultor nace en Orense en 1940.
Inició su formación en centros de enseñanza laboral, donde aprendió a tallar
madera. Fue alumno de Asorey y de Liste. Participó, desde muy joven, en
muestras artesanales, donde destaca y gana premios por su peculiarísima
concepción de la forma, entonces exclusivamente en la madera.
Se vincula al grupo de Os Artistiñas, que anima en Ourense
el escritor Vicente Risco, y del que forman parte Jaime Quesada, José Luis de
Dios, García de Buciños, con los que recorre el mundo, desde Francia e Italia a
Suecia y desde Egipto a México, en cuya capital realiza una exposición, en el Museo
de Arte Moderno, que elogia al gran muralista David Alfaro Siqueiros.
Temporalmente reside en Ibiza, donde comienza a trabajar en
el barro rosado de aquella isla, abandonando temporalmente la madera y el
bronce, al que de todos modos volverá. Al fin se establece en Viduedo, a unos
veinte kilómetros de Ourense, en la carretera a Compostela, porque siente que
Fidias y el Maestro Mateo son sus referencias constantes. En la casa taller de
la indicada villa, uno de los ámbitos más hermosos y personales que haya creado
jamás un artista, trabaja en solitario.
Fue medalla nacional de Arte Juvenil. Ha realizado
exposiciones individuales en numerosas ciudades de España y del mundo. Ha
realizado monumentos públicos -tiene uno, pendiente de emplazamiento, en Vigo-.
Sus relieves para instituciones públicas constituyen hoy emblema, como acontece
con los que en bronce tiene en el centro cultural de Caixa Galicia, en
Compostela.
Está representado en todos los Museos de Galicia, en
colecciones institucionales y en otras particulares de gran importancia.
Manzano comenzó en un expresionismo de extraordinaria
fuerza, a base de modificar escasa, pero genialmente, troncos abandonados y
vigas de derribo. Más tarde fue hacia formas recluidas, vagamente figurativas,
o a expresiones humanas muy idealizadas, donde la curva era rotunda y las
rugosidades parte esencial de la morfología de sus bronces.
La etapa ibicenca, probablemente la más bella de su
producción, está directamente inspirada en los restos fidianos del Partenón que
conserva el British Museum. Insinuaciones de formas, a caso femeninas;
fragmentos de torsos ondulaciones, con una textura primorosa donde se alterna
la convexidad con las granulaciones. Sus torsos son emocionantes, a partir de
una forma muy elemental en la que realiza inscripciones casi de orfebre. Las
oquedades ha sabido incorporarlas idealmente al volumen resultante que es la
obra. Rostros inscriptos en un bloque incisiones en el barro tierno, que al
pasar a materia definitiva se enaltecen. Jaime Quesada, su amigo y admirador,
lo cree un elegido de los dioses, aunque le pide que no se fie, porque las
divinidades olímpicas son caprichosas.
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